Mercedes Prado  
 

La toma del ministerio de cultura


// 1997
La montaña viaja. Comisariado por El Perro. Proyecto de arte público. Madrid 

Durante un día, el ministerio de cultura fue rodeado por un ejercito de indios y cowboys como protesta a las políticas culturales que se estaban llevando en ese momento.



Texto para el catálogo:
CRONICA DE UNA REVOLUCION
Ciertas  reflexiones acerca de las políticas culturales,  me llevaron a una particular revolución. LA TOMA DEL MINISTERIO DE CULTURA, al más puro estilo bolchevique.
Así lo hice. Para ello contaba con un potente ejército de indios y cowboys de colores chillones que armados hasta los dientes , acompañados de sus caballerías y amparados por la madrugada, tomaron posiciones a lo largo de la calle , rodeando la esquina de la plaza donde se encuentra   el  edificio del ministerio.
A lo largo del día, todo el personal de  cultura, fue siendo invadido lentamente por el ejercito, como por un extraño virus. No se hablaba de otra cosa en los pasillos, en la cafetería , en las tiendas, en todo el barrio . La gente se acercaba a los aguerridos luchadores entre risas y asombro y  querían saber  qué era aquello que osaba romper la gris monotonía del funcionariado que salía a la calle en pequeñas manadas a interesarse por la invasión. Y así se les fue explicando de que se trataba, cual era el proyecto, en qué consistía la política cultural...
LA TOMA DEL MINITERIO estaba siendo un éxito.
A veces se menosprecia el poder del enemigo, sobre todo cuando no se sabe con exactitud donde está. Este fue el gran error que cometimos como estrategas. Conocíamos nuestras debilidades, sabíamos que la revolución sería aplastada tarde o temprano, pero  nunca pensamos que el fin del asedio y de manera fulminante, estaría en manos de los niños del barrio, que esperaban parapetados tras los bancos de la plaza que bajásemos la guardia. Al final del día, cuando ya se echaba el cierre a la última tienda de la calle, se abalanzaron sobre los  cansados guerreros a los que pillaron por sorpresa y arrancaron de cuajo con rapidez y maestría.
No quedó ni uno. Solo las descarnadas tiras de metacrilato que les habían servido de soporte  eran testigo del brutal acoso acaecido durante la mañana.
En la madrugada, un par de barrenderos hablaban del tiempo mientras borraban el último rastro de la batalla.
La revolución, si breve, dos veces buena.
Mercedes Prado